ENSAYO DEL ERROR
Por Guillermo Inda (neuquino)
Como (Los Beatles) un milagro (in) esperado
Colgando ropa al atardecer ocurre el episodio del accidente del celular que me descarrila abruptamente de la vía rápida de la información y me arroja al damero de 144 casillas del primigenio trazado urbano del Pueblo Neuquén con una partida iniciada que me agobia y adormece hasta un amanecer en el que vuelvo a visitar la literatura.
Mientras se amortigua el universo contingente (como un chirrido que va disminuyendo por la aplicación de una buena lubricación) reaparece la doméstica eternidad en todas las cosas de la casa.
“las cosas quedan,
así como las hago,
diciéndome
quién quiero ser.” (1)
Ya con “el gozo silencioso de ser uno mismo”(2), identifico claramente aquel desorden en los sentidos (confirmando el anticipo que tuve en el verano con la pintora que habita frente al bosque plantado con sus hijos al final del barrio sobre el primer escalón de la barda arcillosa): “la luz es curva/ porque todo lo que ama/ vuelve”(3).
Sin mediar deseo le habría comunicado lo ocurrido a través del celular de mi hijo, que vive con mi nieto en una contigüidad onírica, teatral, en la cual soy el único espectador, autor y protagonista de una obra en un acto doméstico que se repite diariamente con leves variaciones de un diálogo (captado mediante el artificio del tabique húmedo entre mi cocina y el baño de los otros dos actores) que réplica el de hace treinta años en una casa entonces aún no dividida.
En el achicado patio, mientras me preparo para ir a cubrir el turno tarde en la Sala de Arte Emilio Saraco, desde la ventana del dormitorio veo aparecer a la Pancha, que se solaza con el olor a limpio de cada una de las prendas que terminan de secarse lentamente en la media mañana nublada.
“todo lo que cuelga en mi casa
me sostiene, me sigue
adonde vaya.” (4)
Recién cuando esté listo (“porque rehúyo la calle por la discusión interna entre lo cortés y lo valiente”(5)viajaré hasta el microcentro en el transporte municipal, en cuyo trayecto seré el único testigo de una jugada magistral a medio metro de mis ojos: una muchacha, al finalizar la lectura en su celular de un artículo referido a Borges, sin mediar deseo pulsa un corazón (te admiro Borges o te quiero Borges) y me emociona tener presente la confesión (que es una queja y una disculpa) del propio Borges a Ernesto Sábato, evocando una sorpresiva ternura al oír la grabación de The Beatles que un sobrino le había sugerido: -qué es lo que me pasó con el blues, que yo pensé que no me gustaba?.
Final de juego
“las piezas de ajedrez
ponen cara de que sueñan
-que el mundo es chico,
que la vida es lenta y
quedan así,
como figuras de De Chirico
o de Salvador Dalí.” (6).
Pancha es la culpable del episodio. En agradecimiento le voy a otorgar un nombre importante, como Azar, la gata de un amigo ingeniero en petróleo y poeta, o Per Se, la del amigo poeta y periodista que alentó la redacción y el envío de esta noticia personal, que intento rubricar artificiosamente con el seudónimo Guillermo Inda (el nombre, el apellido), pero que la contingencia de esta publicación obliga a la identificación menos común, más anónima (el otro nombre y el apellido de mamá): Roberto Luayza.
P.D.: Retomando la discusión interna, yo creo que deberíamos haber firmado los dos, viste, porque está presente nuestro deseo de complementación (porque vos desde siempre tuviste un estilo distanciado, abarcativo, inclinado a definir la forma de las situaciones narradas, pero te intrigaban los registros de la lengua coloquial que a mí me atraían tanto): siempre hemos pensado los usos y costumbres en las maneras de hablar de los vecinos de esta ciudad desde que vivíamos a una cuadra de las vías por las que veíamos pasar los vagones petroleros (7) (te acordás de que el Oscar me bautizó Petróleo cuando nací, que se redujo a Petro y yo lo pronunciaba al vesrre, Tope?… todavía la Gorda y el Ricar y alguna tía me dicen Tope, o Topecito).
Las vías dividieron de Este a Oeste el primigenio Paraje Confluencia con las 20 manzanas de la Colonia Ferroviaria: vías al Sur (hacia la ruta y el río Limay), las 38 manzanas del Bajo; vías al Norte (en la suave pendiente previa a las bardas), las 86 del Alto.
El microcentro estaba en el Alto y era una réplica menor, ideada por el gobernador Bouquet Roldán, del monumental damero urbano de la ciudad de La Plata. Llegar desde casa al centro, sorteando el extremo Oeste de la Colonia Ferroviaria y subiendo por el boulevard de eucaliptus de la diagonal Marcelo T. de Alvear, era cada vez una experiencia iniciática y deliciosa. Pero llegar hasta la Avenida Argentina recorriendo hacia el Este, en paralelo a las vías, las cuatro interminables cuadras por la Sarmiento y cruzar las vías en el área de la Estación, era como viajar a Europa (8).
Hoy ese primer centro está siendo arrinconado cada vez más hacia el Este. La nueva sede comunal se mudó a 5 km al Oeste, que es el nuevo centro geográfico de la ciudad: el Oeste es interminable…
Ahora vivo a 4 km al Noroeste, al borde de las bardas soleadas, y desciendo al antiguo centro para trabajar en la Sala de Arte (Ex Galpón de Cargas del Ferrocarril Roca) frente a la Estación Neuquén, adonde arribamos desde Bahía Blanca papá, mamá, el Oscar de dos años y yo con dos meses de gestación a un Territorio que estaba cambiando a Provincia, con la inminencia del golpe del ’55 que cambió una vez más el nombre de la avenida del Alto.
Una vez hice ese viaje con la abuela Ercilia en camarote (ella tenía pasaje gratis porque el abuelo Ramón era ferroviario): aquella experiencia es inenarrable.
Desde el andén
Esta Sala de Arte es ahora el punto a partir del cual diviso radialmente mi vida, éste es mi centro personal, a cinco cuadras del barrio de la infancia: aquí papá descargaba los muebles que le venían desde Cañada de Gómez. “Muebles Avenida” estuvo acá nomás a tres cuadras sobre la Olascoaga, la avenida del Bajo, antes de cruzar la ruta 22, y cruzándola está mi escuela industrial, Ex ENET N°1, actual EPET 8 (9), donde aprendí del ingeniero Pesl las primeras nociones de metalurgia. Después me fui a La Plata a estudiar Diseño Industrial y el ingeniero Straccali me enseñó cómo se producían los rieles.
Una tarde caminando por estas vías (esto lo he contado en mis clases de Cultura Tecnológica) descubro la leyenda “Birmingham 1878” grabada en el alma de un riel: me acordé de que el puente ferroviario montado sobre el Río Neuquén (límite con la provincia de Río Negro al Este de la ciudad) había sido fabricado en aquella ciudad inglesa y habilitado en 1901 para que dos meses después se inaugurara la Estación Ferroviaria Neuquén, dando comienzo a un fenómeno inmigratorio de provincias y del extranjero, que en 1904 la capitalidad aceleró y que continúa imparable hasta nuestros días.
La literatura
Así, las cosas a principios del siglo pasado, en el Alto se había proyectado una prolija modernidad: el “Chateau Gris”, elegante sede de gobierno (levantada sobre el eje de la majestuosa avenida boulevard) presidía el panorama del porvenir, irradiando las cuatro diagonales/boulevard que enmarcaban lo institucional, cultural y profesional. En el Bajo seguía desplegándose el antiguo caserío del Paraje, con una variedad social de viviendas y comercios: almacenes de ramos generales, tiendas, hoteles, bares… y el “Barrio Gris”(10).
En el medio, la Estación (el andén como cruce plural entre viajeros y curiosos) y el Galpón de Cargas enfrente (núcleo del intercambio de mercaderías). Y dos registros del habla que se perfilaban: en el Alto las buenas maneras sociales, la corrección, el diccionario decimonónico, pero también los barroquismos discursivos, que en la política y la academia se renuevan en este siglo XXI con “eficientización y tempranalidad” (¿te acordás del “Diccionario del Argentino Exquisito” de Bioy, que me regalaste cuando me volví de La Plata, ¿con esos personajones ignorantes por completo del primer acuerdo tolteca o de la cuarta máxima de Grice?); en el Bajo, la variedad de la inmigración, la espontaneidad, la economía del lenguaje: las mezclas de una neuquinidad en formación, la novedosa patria patagónica “hervidero de palabras que en forma encubierta orillaba ya los diccionarios”(11).
“La buena literatura es harto común y apenas hay diálogo callejero que no lo logre”(12).
En fin, todo esto son datos(13), un revuelto de recuerdos comentados con emoción (con los errores de la percepción), y como verás lo tendrás que reescribir vos (yo no me voy a poner a explicarte nada a vos, justamente, y menos a teorizar…).
Bueno, dejo acá; en un par de meses te comento si hay novedades… Ahora te subo al drive dos citas que rescaté de unos viejos apuntes tuyos:
“No puede haber una vida intelectual que no esté pegada a una vida popular, pero tampoco puede haber una vida popular que no se proponga un análisis profundo de todos sus implícitos. La vida popular vive de implícitos, de saberes tácitos”.
Horacio González
“La voz es el estado de conciencia en relación con los demás”. Aristóteles
Y otra de estos días:
“Lo lindo del carnaval(14) es que no importan las palabras”. Potencia Gutiérrez(15)
Pará, acá va la última: al histórico barrio (marginal cuando era del entonces lejano Oeste), bautizado con el apellido del fundador de la ciudad, el piberío le dice “El Buque”… posta… Y mañana te subo unas canciones populares alpujarreñas(16) que te vas a hacer fan… (me están entrando unas cosas de Miles Davis que me manda el ingeniero Vladimir Cares Leiva).
Pero empieza Dolina, chau.
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Fuentes
(1) Poema mío, sin título, que edité con arteletra en 2001.
(2) “On Becoming a Person. A Therapist’s View of Psychoterapy”,
Carl Rogers, Sentey Edition, 1970, Houghton Mifflin Company, Boston.
(3) Poema de Jorge Ricardo Smerling, en “La muerte no tendrá la última palabra”, obra póstuma publicada en 2021 por Ediciones endanza (el prólogo, ”Una vida, la poesía”, fue escrito por un amigo en común, el poeta Gerardo Burton).
(4) Poema mío, sin título, que edité con arteletra en 2001.
(5) Fragmento de “Inofensivo”, poema mío que edité con arteletra en 2001 (¿te lo mando completo?).
(6) Poema mío, sin título, que edité con arteletra en 2001.
(7) Recomendación: “La memoria hace ruido a tren. Cuadernos
pueblerinos”, de Sabrina Barreto, Las Furias editora.
(8) Todavía tengo “Lo que se ve, coincide con lo que es?”, Vasco Ronchi (autor también de “Perspectiva Geométrica y Perspectiva Psicológica”), con traducción del Prof. Septimio Tesone, publicado por la Cooperadora del Departamento de Físico-Matemática del Bachillerato de la Escuela Superior de Bellas Artes, UNLP, Argentina, 1969.
(9) Te acordarás de la poeta y profesora Thelma Encina, que está haciendo allí, hace años, un trabajo institucional inédito en la currícula de escuelas técnicas: literatura en el Industrial
(biblioteca literaria, café literario, ferias literarias, etc, etc…).
(10) “Mundo prostibulario. La prostitución en la capital del Territorio Nacional de Neuquén a comienzos del siglo XX”, Graciela Paula Boschi, Ediciones con doblezeta, Neuquén, 2022.
(11) Del prólogo de José E. Clemente a “Cuadros de la ciudad”, de Fray Mocho (publicado originalmente en 1906) EUDEBA, 1961. Éste me lo regalaste para un cumpleaños.
(12) Fragmento del cuento “Examen de la obra de Herbert Quain”, de Jorge Luis Borges, publicado originalmente por la Revista Sur en abril de 1941.
(13) Gracias a los compañeros de Museo Paraje Confluencia y Archivo Histórico Municipal, a la Biblioteca Popular Eliel Aragón del Barrio Bardas Soleadas y Revista “Más Neuquén”.
(14) “Carnavales en Neuquén: los pobres en la calle, los ricos en los clubes”, Rosana Rins, Diario Río Negro, 31/03/2022.
(15) Obra de teatro de Maruja Bustamante, editada por Blatt y Ríos, 2021.
(16) Junta de Andalucía, II Recopilación de canciones populares y antiguas.