Adiós al último Ángel
Por Bárbara López (@barbilo_)
De la cantera rosarina a convertirse en un ejemplo de perseverancia. De patear carbones a picar las pelotas más importantes de su vida y, quizás, de las nuestras. Ángel Fabián Di María tiene 36 años y hoy es uno de los máximos ídolos de la historia del fútbol argentino.
Hijo de Miguel, un jugador retirado por lesión, y Diana, ama de casa, Ángel empezó jugando a la pelota en el club de barrio El Torito. Por esas razones de la vida, con seis años le tocó enfrentar al temible Rosario Central. No fue tan temible para nuestro número 11, ya que convirtió los dos goles de la victoria de su equipo y, ¿quieres saber más? Uno fue olímpico.
Pero esta historia no queda ahí. Ante semejante actuación, la dirigencia de Rosario Central quiso incorporarlo al club, pero como en toda historia, nada es felicidad todo el tiempo. Ángel no llegaba a Primera. Miguel necesitaba que su hijo siguiera trabajando con él en la carbonería o que terminara el secundario, ya que el fútbol no estaba dando sus frutos. De las tres opciones que le dio Miguel – trabajar, estudiar o un año más de fútbol – quien tomó la decisión fue Diana, que dijo «un año más de fútbol», decisión que fue tomada en enero y que hoy agradecemos toda la vida. En diciembre, nuestro querido Di María debutaba en la Primera de Rosario Central.
De Rosario Central a Europa, pasando por Benfica, Real Madrid, Manchester United, el PSG, la Juventus y un regreso al club que le abrió las puertas en Europa, el Benfica.
De Rosario Central a la Selección Argentina. Creo que todos los que tenemos la redonda en los pies soñamos con eso alguna vez, o ¿me vas a decir que no? Recién en 2007 fue convocado a la Sub 20 y ahí esta historia de amor empezó. En 2008, participó junto a la selección en los Juegos Olímpicos de Pekín, y si Angelito supo hacer algo, fue darnos motivos para creer que la felicidad está cuando él pica una pelota. En la disputa del Oro frente a Nigeria la pico, Ángel nos hizo soñar y creer.
Como dije anteriormente, no todo es felicidad en esta historia. Todo lo que quiere un futbolista que juega en la selección es salir campeón, porque no solo le da alegría al equipo, sino a todo un país que entiende el fútbol como el tango, algo que se baila de a dos, pero que todos disfrutan. Luego de Pekín, Ángel pasó a la Selección Mayor y a su primer mundial: aquel 2010 que nos dolió tanto, no solo porque la feroz Alemania nos vapuleó en los cuartos de final, sino porque la épica era tener al Diego en el banco y a Messi en el campo de juego. Luego vino la Copa América del 2011, en la cual quedamos eliminados en cuartos contra la Celeste.
Y de ahí, el panorama de gris se tornó negro. Llegó nuestra peor espina para quienes seguimos a Ángel desde siempre: el Mundial 2014. No quiero dejar de mencionar ese hermoso gol que hiciste contra Suiza, dándonos la clasificación a cuartos, donde enfrentábamos a una Bélgica que no daba respiro. Y lamentablemente, a nuestro Ángel se le rompió un ala. Saliste lesionado y ni siquiera pudiste disputar la final contra Alemania, donde Götze se convirtió en nuestro peor enemigo. (Quédate tranquilo que desde ese momento Alemania no ha ganado nada más).
2015, 2016 y 2018 fueron años para el olvido. No quiero recordar el maltrato que recibiste vos y tus compañeros de equipo por parte del periodismo exitista y resultadista que hay en este país. Pero quiero recordar: nunca te diste por vencido y por lo visto, rendirse no está en tu vocabulario.
Ahora si Ángel, te quiero hablara vos. Gracias. Gracias por insistir y demostrar que el fútbol siempre da revancha. Porque si algo te dio el 2021 fue aquella maravillosa actuación junto a toda una selección renovada que buscaba sanar heridas abiertas de un pasado reciente. Todavía me acuerdo de ese momento en que De Paul hace el cambio de frente, vos haces esa corrida fenomenal y, como siempre, la picas para dejar a Ederson a mitad de camino y gritar gol en la final de la Copa América. Así empezaste a reescribir tu historia con la celeste y blanca.
Después del 2021, llegó Qatar 2022 (no quiero dejar de mencionar la Finalissima contra Italia, donde otra vez la picaste) y si algo supimos empezar a apreciar fue el buen fútbol, el fútbol sano. Ustedes como grupo transmiten algo que no solo son 11 personas corriendo detrás de una pelota, son un equipo, una familia, que supo afrontar una caída contra Arabia y levantarse más fuerte para llegar a esa final épica contra el defensor del título. Y quién iba a decir que ibas a convertir el gol más lindo de todas las finales de los mundiales. Un gol que es la máxima demostración del equipo que son, recuperando cerca del área del Dibu, haciendo cinco toques para que te llegue la pelota mientras pisabas el área chica. Ahí sí que le pegaste bien firme y fuerte, nada de picarla, que entre y que ese corazón se forme en tus manos y las lágrimas caigan en tu rostro.
Y ahora sí, el motivo por el que empecé a escribir este texto: tu última actuación con la celeste y blanca, tu última función, tu último baile. Antes del inicio de esta Copa América 2024 dijiste que sería tu última participación vistiendo la 11. ¿Quieres que te cuente qué sentí cuando Messi se lesionó y te pusiste la cinta de capitán? Sentí que todo estaba escrito por el destino, que en esta final contra Colombia el que se tenía que lucir, el que tenía que romperla, el que tenía que empujar al equipo después de ver a su capitán lesionarse y salir llorando, eras vos. ¡Qué épica hermano!. Jugaste hasta el segundo tiempo complementario y no solo atacaste, defendiste cada pelota sabiendo que eran las últimas. Y por suerte, como dice el dicho… todo termina bien; tu final fue feliz, fue glorioso, fue soñado para ese nene que pateaba carbones cuando tenía 5 años en la carbonería de su papá.
¿Y quieres saber algo, Ángel? Anda, disfruta, que aunque no lo creas hay mucha vida después del fútbol. Sé que nosotros somos unos apasionados que no queremos que te vayas, pero te crecieron las alas y tenes que volar. Nos hiciste extremadamente felices. Quien sabe de fútbol, supo ver tu sufrimiento y pasión por esta camiseta. Voy a citar al Diego hablando de vos para despedirte…
Sí, pero yo lo veía. Yo lo veía. El pibe pasaba la línea de la pelota con una facilidad bárbara y te encaraba. De punta, como dicen los italianos, te hace destrozos. Tiene enganche para adentro, para afuera… y tiene un remate bárbaro y unos centros bárbaros. Y es guapo. Es así, lo marcan estos marcadores de punta portugueses y él los encara, le pegan y los vuelve a encarar.
No es un adiós, es un gracias. Gracias Ángel. Gracias por tanto sacrificio y amor por la redonda y por estos colores. Ojalá la sigas picando por mucho más tiempo, pero ahora, viví tu vida sabiendo que diste todo y más por un país que, en tus momentos más difíciles, no supo estar a tu altura. ¿Por qué sabes qué, Ángel? Nunca íbamos a estar a tu altura porque vos siempre volaste… como aquellas pelotas que picabas y quedaban suspendidas en el aire antes del grito de gol. Siempre fuiste eso… una pelota suspendida a nada de entrar bajo los tres palos.
Tus alas y tu corazón son tu insignia. Gracias, Ángel Di María. Gracias por portar esta camiseta y llevarnos a la gloria eterna.