Katiana Betsabé Villagra: “Son mentiras que te sacás la calle y ya está”
por Lucas Ismael Montecinos
Katiana Betsabé Villagra es una referente del activismo LGBTIQANB+. Es parte del archivo de la memoria trans, sobreviviente de la última dictadura militar. Su compromiso y resiliencia la condujo a formar parte de organizaciones clave como Vidas Escondidas, Conciencia VIHda y ATTTA, en la que ejerce de coordinadora. Un rol que replica en La casita Santa Teresita, un hogar de acompañamiento, trabajo y capacitación para personas trans. También es directora de Diversidad en la ciudad de Neuquén, donde reside desde sus 22 años. En esta conversación reflexionamos sobre la exclusión histórica que enfrenta el colectivo trans y en el impacto transformador sobre la calidad de vida que significan las oportunidades y los derechos adquiridos.
– ¿Qué lugar tuvo el estudio en tu hogar?
– Estudié en el instituto de San José. Mi familia era muy humilde. mamá quedó viuda, era empleada doméstica y consiguió una beca en esa escuela. En séptimo grado, me dieron la medalla de mejor alumno. Íbamos con mi hermana de las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. Por la mañana concurrimos a la escuela y en la tarde hacíamos talleres. A mis nueve o diez años se comunicaron con mi mamá solicitando una reunión con ella, ya que no iba a los talleres de los varones. Y ahí, por primera vez, transité por los psicólogos. Estudié hasta los quince años. Entré a trabajar de día y a estudiar de noche, hasta el primer año (del secundario) y también recibí medalla. El segundo año no pude, no me dejaban entrar. Recién comenzaba a tener el pelo largo y me exigían llevarlo corto, vestir saco y corbata. Yo hubiera sido una profesora de inglés, amaba estudiar, ese era mi sueño.
– ¿Nunca intentaste volver a estudiar?
– ¿Cómo? ¿Dónde? Éramos personas prohibidas, ocultas. La sociedad, la policía nos escondía, nos llevaban detenidas por ser. Nos daban veinte, treinta, sesenta días y algunas compañeras que iban a capital les daban cárcel y nos cortaban el
pelo. ¡Un desastre!, Como era menor me llevaban a los reformatorios. Ahí eras violada y golpeada por los pibes además de los celadores. En estos lugares siempre encontrabas a otra compañera trans y nos escapábamos, no por delinquir. Todo el mundo se escapaba. Así hasta que cumplí los dieciocho años. Nunca tuvimos oportunidades. Por eso siempre sostengo que a las personas trans lo que nos faltan son oportunidades.
– ¿Cuándo tuviste oportunidades?
– Cuando conocí a la hermana Mónica y cuando dejé mis adicciones. Yo me vine a vivir acá hace doce años (a La Casita), lo único que podía hacer era el trabajo sexual. Estudié en el CEF número dos, Mónica me hizo el acompañamiento, yo ya era activista y empezamos a conocer gente y trabajamos con la Defensoría del Pueblo. Así pude entrar a trabajar e ir a estudiar a ese lugar.
Me empecé a sustentar sola cuando tuve el taller y dejé el trabajo sexual junto con las adicciones. Pasaron siete años para que yo pudiera dejar el alcohol, la cocaína y el cigarrillo. Dejé la calle, pero las adicciones permanecen. No es que vos te sacás la calle y ya está. Son mentiras.
– ¿Qué podés decirme de la experiencia de enseñar o coordinar un taller de costura?
– Es maravilloso. Yo no enseño, transmito conocimientos. Aprendí a vivir de otra manera, pero no más rica, sino de tu trabajo y no del trabajo sexual. Hay compañeras que lo siguen eligiendo. Yo no, ya pasó mi fecha de esplendor, de belleza. El trabajo sexual tiene caducidad.
Hay aspectos que cambian, aunque no todas pueden sostenerlo. El año pasado, haciendo la primera actividad de puertas abiertas de los miércoles, vinieron a hacer pan dulce unas señoras con las compañeras. Hoy una de las chicas está estudiando en la universidad y hace budines para vender, no sabes lo bien que le va. También están las dos compañeras trans que cocinan acá en la casa. Muchas terminaron sus estudios. Una, de hecho, se recibió la semana pasada y está transitando un cáncer, así como está, se recibe.
– Entonces estás en contacto con la juventud, ¿Qué notas hoy respecto a las oportunidades?
– Tenemos una casa de acompañamiento de la organización a la que pertenezco, ATTTA y la transita la gente más joven. Tienen otra vida. Estudian. Las antiguas nos hemos tenido que aggiornare a la nueva generación. En nuestra casa son libres. Tenemos personas trans y no binarias, porque también son visibles.
Las oportunidades siguen siendo escasas, pueden recibirse, pero no las contratan. Necesitamos el real cumplimiento de la ley integral trans.
– ¿Consideras que algunos derechos son privilegios?
– Por supuesto. Mis compañeras tienen que tener las mismas oportunidades que yo. Porque cuando dejé las adicciones tuve un lugar donde quedarme y tener otra vida. Falta el acceso real al trabajo, a la salud, a la vivienda. Y falta la reparación histórica, nuestra niñez fue golpeada, vapuleada y discriminada. Todo
lo que conseguimos con el activismo y en gobiernos populares fue para las generaciones futuras. Pero nos olvidamos de nosotras, las antiguas ¿por qué pasó eso? Faltan oportunidades para las más grandes, la comunidad gay trabaja en todos lados, la comunidad lesbiana tiene trabajo. Y las trans seguimos esperando. Todavía tenemos la misma expectativa de vida. No cambió a pesar de lo que hemos conquistado.
– ¿Cómo definirás la dignidad?
– Mi vida es digna y la de mis compañeras. Y eso nunca se tiene que olvidar, la dignidad no es algo que venga de afuera ni que se enseña. Es tuya y la llevas siempre. Nosotras no tenemos que bajar la cabeza a nadie más, porque para eso la levantamos. Y por eso existen estos espacios, antes te hacían bajar la cabeza, te hacían pedir por favor. Sin embargo, también necesito mi vivienda. salud y mis tetas dignas. En la ley de identidad de género el artículo once habla del trato digno. ¿A vos te parece que en esta ley tuvimos que poner un artículo para que nos traten bien?
– ¿Qué significado le podrías dar a la frase: La salida es colectiva?
– Solo no haces nada, puedo discutir todo el día con una compañera, pero si le pasa algo estamos todas. Una de ellas trabaja en salud y se encarga de que todas tengamos las vacunas al día. Ella quedó sola, sin madre, padre ni hermano, pero sabe que tiene una familia acá. Todos los días la esperamos a la cuatro de la tarde para que almuerce.
– ¿Qué cosa importante deberíamos aprender las disidencias de la comunidad trans?
– La resiliencia. Tenemos caídas, muchas compañeras no pueden salir. Yo tuve momentos malos en mi vida. Siempre estuve de aquel lado y hoy estoy en este. No importan los títulos, eso solamente sirve para demostrarle a las personas cis que no es necesaria ser cis para llegar. Necesitamos las oportunidades y la resiliencia es la que te hace continuar. Eso tenemos que aprender.
En el camino vas a encontrar gente que va a estar de tu lado, solidaria, que te acompaña en tu lucha. Esta es la mía.
