Por Gimena Gonzalez Eastoe
Gilead es un lugar distópico construido en una novela de Margaret Atwood[i] en el que se instaura una Teocracia Patriarcal Teonómica bajo una dictadura oligárquica totalitaria. La búsqueda de recuperar los valores cristianos y occidentales para salvar a la humanidad lleva a este grupo a tomar el poder e imponer uno de los gobiernos más horribles de la historia de la humanidad.
La distopia no está muy lejos de la realidad. Trump asume su segundo mandato en Estados Unidos. Los multimillonarios del mundo lo acompañan, la mayoría de ellos, dueños de medios de comunicación, redes sociales y tecnología. Nada es casualidad. La derecha libertaria ha ganado posiciones en el tablero mundial, sus discursos crecieron en las sombras oscuras de internet. El problema es que todos se creen iguales y no lo son. No en jerarquías, ni siquiera en utilidad.
En Argentina, el presidente Milei, se entusiasma porque por primera vez es parte del club del barrio y lo invitan a jugar, y se sienta en la mesa de los grandes a la hora de almorzar. Es, sin dudas, el mejor alumno del programa de gobierno teonómico patriarcal occidental.
LO INFAME DE ESTE TIEMPO
El presidente Milei salió a defender, a través de su cuenta en X, a su muy mejor amigo Elon Musk porque lo acusaron de Nazi. Y, en su defensa, decidió que lo mejor que podía hacer era amenazar a todos los que piensen distinto. Tiemblen zurdos…los vamos a ir a buscar. Sinceramente, es difícil explicar que este señor sea presidente, que ese posteo sea un comunicado oficial, que ese mensaje sea un argumento en defensa de la libertad, etc.
Tal vez por eso considero que, a modo de ayudar a identificar a un fascista, retomemos algunos consejos de Umberto Eco, el escritor y filósofo italiano. Identificar y diferenciar, creo yo, humildemente, nos puede ayudar a separar entre quienes confiaron en este sujeto y depositaron ahí algún grado de esperanza, entre quienes coinciden todavía en algo y sienten que nuestro rechazo es sólo un acto de resentimiento, y entre quienes verdaderamente son fascistas, porque los hay, incluso en nuestras filas.
Veamos, un fascista suele reivindicar un pasado glorioso, una “época dorada”; recuerda con profunda nostalgia y realza los valores de antaño: la familia, los códigos de antes, la obediencia a la autoridad, el orden. Pero lo hace al mismo tiempo que rechaza las ideas modernas, es decir que lo contrapone a las ideas actuales de familia o de autoridad. El fascista se escuda en el temor a la pérdida de la identidad, de lo tradicional. Por suerte tenemos a Spinetta para recordarnos “yo nunca voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor…”[ii].
Si escarbamos un poco a un fascista nos daremos cuenta de que detesta las ideas de la Ilustración, la secularidad y los avances científicos. Todo eso ha hecho que se deteriore la tradición y los valores, que se cuestionen. La modernidad es la causa de la decadencia moral y cultural, por eso la postura de un fascista suele ser más bien rígida y conservadora. En este sentido, también podemos identificarlos porque no les gusta mucho reflexionar, el debate es algo que los pone incómodos, se ponen nerviosos y violentos, y suelen creer que es una pérdida de tiempo. Prefieren “la acción”, por ejemplo, la eliminación del otro, nunca el consenso, el acuerdo. Hay una fuerte exaltación de lo militar, de lo heroico, de la violencia, del más fuerte, de la supervivencia animal en el marco de los objetivos políticos.
En la misma línea, y a pesar de que los actuales gobernantes enarbolan la palabra libertad, para el fascismo una opinión diferente, un cuestionamiento, un desacuerdo con el gobierno, resulta un ataque y una traición. Lo que lleva como respuesta un señalamiento, una persecución política, una censura, recortes o eliminación.
Finalmente, y para que podamos también entender por qué tiene adeptos en sectores que se ven perjudicados por las políticas de este gobierno, pensemos que el fascismo tiene un gran poder: por un lado, explota el miedo a la diferencia, a los “otrxs”. La exaltación de lo propio, frente al extranjero, de lo binario – varón/mujer – frente a la diversidad, de la masculinidad supuestamente atacada por los feminismos, etc. Imaginemos la capacidad de segmentación a través de las redes sociales y cómo llega ese mensaje a cada sector. Y a eso, el fascismo le suma una apelación constante a una clase media frustrada en pleno declive económico, al que le promete que con sacrificio podrá volver a los tiempos de prosperidad. Para eso utiliza chivos expiatorios como sectores minoritarios y, en la actualidad, la casta, en pos de destruir al Estado, sus instituciones, y a la política en tanto participación democrática.
VERGÜENZA Y ALERTA
Si bien los dichos, la postura, la investidura presidencial, desde el día cero nos da vergüenza, también ha despertado alertas. Las red flag que vemos pero que no estamos pudiendo agrupar para poder organizarnos de manera colectiva y contrarrestar.
El año pasado podíamos identificar que, en el bombardeo de situaciones, no nos daba el tiempo para indignarnos y llegamos a darnos cuenta de que era una estrategia, cada subgrupo con consciencia de clase y política, tenía su propia causa que defender pero de manera aislada; nos atacaron por todos los frentes. El desmantelamiento del Estado nacional fue imparable, ni la organización sindical pudo con ello. Pese a las movilizaciones masivas, pese a las campañas de visibilización, el gobierno nacional logró instalarse con fuerza y su programa de gobierno se ejecutó a la perfección.
Ahora, con mayor fuerza, eso que venía diciendo y que nos daba risa, en las ultimas 48 horas se convirtió en una amenaza global explícita: vienen por todo eso en lo que creemos, por todo eso que nos moviliza, por todo eso que militamos con fervor. En Davos el presidente acaba de denunciar no sólo a los gobiernos, sino también a los organismos internacionales, a las organizaciones, a los foros mundiales, por la debacle del mundo occidental. El enemigo principal del fascismo actual es el feminismo, los derechos humanos, la diversidad cultural, la interculturalidad, la ciencia, la justicia social. Todo lo que los pueblos han conquistado a lo largo de la historia del siglo XX en luchas por la liberación, todo eso que nos enamora de la hermandad de los pueblos oprimidos, de la solidaridad de clase, de la comunidad organizada.
Por eso, Gilead no es ya no es una distopía, sino un horizonte de posibilidad. Es el objetivo de las derechas del mundo, las más crueles que han declarado la guerra a pueblos que no están dormidos, tal como creemos, sino que aguantan, que soportan, que piensan en sobrevivir.
Será responsabilidad de quienes no resignaremos la política ni los ideales entender que es necesario, primero reconstruir una base sólida de poder popular para recuperar las riendas del Estado y paralelamente construir un programa de gobierno que nos permita redimir los errores cometidos que nos llevaron a este escenario. Pero para hacerlo, necesitamos entender la contradicción principal e identificar y ponernos de acuerdo en cuál es el objetivo central. Este gobierno nacional tiene adhesión y larga duración. ¿Cuánto estamos dispuestxs a ceder? ¿Cuánto estamos dispuestxs a aguantar? ¿Cuánto estamxs dispuestos a luchar?
Buscando respuestas, en el más amplio de los sentidos, recurrí a Mao Tse-Tung
“La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquéllas actúan a través de éstas. A una temperatura adecuada, un huevo se transforma en pollo, pero ninguna temperatura puede transformar una piedra en pollo, porque sus bases son diferentes. Existe constante influencia mutua entre los pueblos de los diferentes países. En la época del capitalismo, especialmente en la época del imperialismo y de la revolución proletaria, son extremadamente grandes la influencia mutua y la interacción entre los diversos países en los terrenos político, económico y cultural”. (…)
“Cuando el imperialismo desata una guerra de agresión contra un país así, las diferentes clases de éste, excepto un pequeño número de traidores, pueden unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. Entonces, la contradicción entre el imperialismo y el país en cuestión pasa a ser la contradicción principal, mientras todas las contradicciones entre las diferentes clases dentro del país (incluida la contradicción, que era la principal, entre el sistema feudal y las grandes masas populares) quedan relegadas temporalmente a una posición secundaria y subordinada. Tal fue el caso en China durante la Guerra del Opio de 1840, la Guerra Chino-Japonesa de 1894(…)”
“En otras circunstancias, sin embargo, las contradicciones cambian de posición. Cuando el imperialismo no recurre a la guerra, sino a medios relativamente moderados, medios políticos, económicos y culturales, para llevar adelante su opresión, la clase dominante del país semicolonial en cuestión capitula ante el imperialismo y forma con él una alianza para oprimir conjuntamente a las masas populares. En esas circunstancias, las masas populares suelen recurrir a la guerra civil contra la alianza del imperialismo y la clase feudal, en tanto que el imperialismo emplea a menudo métodos indirectos, y no la acción directa, para ayudar a los reaccionarios de dicho país a oprimir al pueblo, y así las contradicciones internas se vuelven particularmente agudas. (…) Cuando la guerra civil revolucionaria se desarrolla hasta el punto en que amenaza la existencia misma del imperialismo y de sus lacayos, los reaccionarios internos, suele aquél adoptar otros métodos para mantener su dominación: o bien trata de dividir el frente revolucionario, o bien envía fuerzas armadas para ayudar directamente a los reaccionarios internos. En tal caso, el imperialismo extranjero y la reacción interna se colocan, sin el menor disimulo, en un polo, y las amplias masas populares se agrupan en el otro, y así se forma la contradicción principal, que determina o influye en el desarrollo de las demás contradicciones. La ayuda prestada por diversos países capitalistas a los reaccionarios rusos luego de la Revolución de Octubre, es un ejemplo de intervención armada. La traición de Chiang Kai-shek en 1927 es un ejemplo de división del frente revolucionario.
Pero, ocurra lo que ocurra, no cabe ninguna duda de que en cada etapa de desarrollo de un proceso hay sólo una contradicción principal, que desempeña el papel dirigente.”[iii]
[i] Margaret Atwood es una escritora canadiense autora de las novelas “El cuento de la Criada” (1985) – y la secuela “Los Testamentos” (2019). También se puede ver la serie «El Cuento de la Criada» en HBO.
[ii] Un día como hoy de 1950 nacía Luis Alberto Spinetta en Villa Urquiza, CABA. Hoy es el día de la Música en Argentina.
[iii] MAO TSE- TUNG Sobre la contradicción